Y aquí comienza: el llanto por el cosmopolio. Medio tarde, entre brumas, arranca el canto amargo, no por la tristeza, sino por la pasta que el dentista usó para pegar los dientes, y el silbo ahora entonces se puede mandar, porque antes, el hueco de encía a encía, hacía fracasar su emisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario