viernes, 27 de mayo de 2011

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El frío al alcance de todos, capaz de llenar los bolsillos, forzarlos hasta el punto de abriles agujeros y, aún así, brilla en los sacos, camisas, pantalones, tirando para abajo a la gente que los porta, por su peso que supera a veces al de la propia persona, hasta el punto de empujarlos hacia al suelo, hacerlos caer de rodillas, o golpearse el mentón contra una baldosa, o romperse la nariz, y sangrar con ganas, como suelen hacerlo esos vasos, a los que llaman capilares.

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